En un mundo lleno de pecado, calumnias y una maldad cada vez más prevalente, es fácil desanimarse. Aquellos que creen en el rapto pueden esperar el regreso del Señor en cualquier momento, mientras que otros prevén una tribulación muy cercana. En cualquier caso, es crucial que prioricemos los mandamientos del Señor por encima de todo. No importa la época, debemos recordar el llamado de Cristo a la acción; es decir, la Gran Comisión:
“Y Jesús se acercó y les habló, diciendo: “A mí me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a seguir todo lo que te ordené; y he aquí, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.””
– Mateo 28:16-20 (LBLA)
El mandato final de Cristo a sus seguidores no fue buscar señales del fin del mundo, ni predecir cuándo tendría lugar el arrebatamiento. De hecho, nos instó a continuar Su propia obra en la tierra: buscando a los perdidos, bautizándolos y enseñándoles acerca del Nuevo Pacto. Y en esta misión, Jesús prometió que estaría con nosotros hasta el fin del mundo.
Nuestra misión y enfoque debe ser llevar a cabo este mandato y buscar una relación con el Señor. Deberíamos orar por aquellos que no han venido a Cristo, dedicarnos a servir en nuestras comunidades e iglesias, criar a nuestros hijos en el camino que deben seguir, enviar misioneros a todos los rincones del mundo y cualquier otra cosa que promueva esto. misión unida de la iglesia.
Esto no significa que no podamos dedicarnos a otras cosas, ni significa que esté mal esperar la venida del Señor. De hecho, Jesús dijo, “Por tanto, estad alerta, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor… vosotros también debéis estar preparados; porque el Hijo del Hombre viene a la hora que no pensáis que vendrá” (Mateo 24:42,44).
Podemos orar y esperar el regreso del Señor, pero ningún hombre puede predecir cuándo vendrá. Hasta la venida de Cristo, debemos cumplir el mandato final de Jesús. Nuestra meta debe ser que ninguna persona que hubiera podido conocer a Cristo perezca.
No importa en qué época nos encontremos, el miedo y la desesperación no provienen del Padre. “Porque Dios no nos ha dado espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de disciplina” (2 Timoteo 1:7). En cambio, deberíamos centrarnos en las últimas palabras de Cristo antes de Su ascensión: “Y he aquí yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Sabiendo que Cristo está con nosotros y que el Señor nos ha dado un espíritu de poder, amor y disciplina, camina con la confianza de que has sido equipado para toda buena obra y que nunca estás solo.
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– Jennifer A. Turner, redactora
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